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Perú: primera Concesión para Conservación en el mundo cumple 15 años

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Texto: Jack Lo
Fotos: Andres Schwalb

Frente a los problemas ambientales y sociales que afectan al departamento de Madre de Dios, un grupo viene conservando por voluntad propia un territorio con una biodiversidad que sorprende. Los Amigos es la primera experiencia de conservación privada de su tipo. En el año 2001, durante los últimos días del gobierno de Valentín Paniagua, se otorgó esta concesión a la Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA). La Concesión Los Amigos conserva alrededor de 150 mil hectáreas de bosque en Madre de Dios. Hasta el momento se han registrado más de 4300 especies de flora y fauna en este bosque, pero las investigaciones continúan.

La mayor parte de las noticias que se encuentran de Madre de Dios son sobre minería ilegal, tala indiscriminada, deforestación y pérdida de hábitat. Miles de hectáreas de bosque que se pierden cada año en este rincón de la selva ubicado al sur del Perú. Según MAAP, un proyecto de monitoreo de la Amazonía Andina, entre enero y agosto de 2016 desaparecieron, solo en la Reserva Nacional Tambopata, cerca de 450 hectáreas de bosque. En términos deportivos, unas 616 canchas de fútbol profesional. Cifras que nos hacen temblar pero que son compensadas en cierta medida cuando escuchamos hablar de un grupo de personas que le hace frente a estos problemas.

Un santuario encantado

A una hora en carro y otras cinco de viaje en bote desde Puerto Maldonado, la capital de Madre de Dios, está la Concesión para Conservación Río Los Amigos, que conserva 145 918 hectáreas de bosque en esta selva baja. Un lugar especial al que parece no haber llegado nadie. Monos aulladores, maquisapas, emperadores, arañas y tocones, te avisan que ya amaneció, mientras una densa neblina se levanta entre la copa de los árboles. “Cuando entramos por primera vez, nos quedamos maravillados. No comprendíamos por qué este espacio no había sido antes conservado. Era la primera vez que veíamos un río casi sin intervención humana y sentimos que era nuestra responsabilidad”, cuenta para Mongabay Latam, Enrique Ortiz, Presidente y cofundador de la Asociación para Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA), que mantiene la administración de la concesión. Es así que empieza esta aventura en la que participaron muchas organizaciones entre las que se encuentran Conservación Internacional y la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, que junto a ACCA, trabajaron para crear un marco legal que promoviera la conservación por parte de privados en el Perú.

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Cuenta la historia el origen del nombre de este río. Y es que a finales del siglo diecinueve, el famoso empresario cauchero Carlos Fermín Fitzcarrald, el mismo que inspiró a la película de Werner Herzog, surcaba los ríos de la Amazonía para transportar el caucho hacia el río Amazonas y llevarlo por el Atlántico hasta Europa. Los únicos indígenas que no pusieron resistencia a su presencia fueron los que vivían en este rincón de Madre de Dios. Por esa cordialidad, empezaron a llamar a este río “De los amigos”.

La Concesión para Conservación Río Los Amigos marcó un precedente importante para la conservación en el Perú. Fue la primera vez que un gobierno en el mundo entregó la responsabilidad del cuidado de sus tierras a privados. Han pasado quince años y en la actualidad el Perú cuenta con 72 de ellas que juntas conservan más de un millón doscientos mil hectáreas de territorio. “Las Concesiones para Conservación son derechos de exclusividad otorgadas por el Estado a un particular para que desarrolle proyectos ligados a la conservación de la diversidad biológica, como protección, investigación, educación y otras actividades sin fines de lucro”, nos dice Bruno Monteferri, Director de Conservamos por Naturaleza, de la SPDA.

“Definitivamente es una ventaja contar con una herramienta que permite no solo otorgar en concesión un espacio del territorio peruano para la explotación de recursos naturales, sino también tener una herramienta que permita otorgar ese espacio para realizar actividades de conservación de diversidad biológica. Fuimos los pioneros en el mundo pero todavía hay mucho por hacer”, afirma Dino Delgado, abogado del Programa de Conservación de la SPDA, que además resalta que a partir del 2001, se fueron creando más herramientas para que cualquier persona u organización no gubernamental pueda contribuir a la conservación del Perú. A las Concesiones para Conservación (CC), se le sumaron las Áreas de Conservación Privada (ACP), que son predios privados cuyos dueños deciden conservar voluntariamente y tienen que pasar por un proceso de reconocimiento por parte del Estado que certifica que en estos lugares se encuentran ecosistemas y especies de gran valor para el país y la humanidad, y las Concesiones para Ecoturismo (CE), que son predios que le pertenecen al Estado y que han sido concesionados a privados que quieren desarrollar la actividad turística, sin impactar ni destruir los espacios naturales.

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Se fue poblando

Cuando Enrique Ortiz, acompañado de Adrian Forsyth, Fernando Rubio y Joaquín Leguía, por ese entonces de la directiva de ACCA, recién ingresaron al río Los Amigos no había rastros de poblaciones. Pero al año siguiente, más rápido que la candela, madereros ilegales se dieron cuenta de esta selva virgen y se fueron apoderando de ella. “Hubo una masiva invasión de madereros. Contamos más de tres mil y felizmente los pudimos echar. Fue alucinante. Y por ejemplo, si no hubiéramos obtenido la concesión, hubiera sido muy complicado parar esta actividad ilícita”, recuerda esos años Ortiz, quien sigue agradecido al expresidente Valentín Paniagua por dar ese primer empuje a la conservación privada en el país. “Fue un visionario. Una persona increíble. Nunca me voy a olvidar ese 25 de julio de 2001, en su último discurso como presidente, cuando oficializó el otorgamiento de la concesión”, se emociona el presidente de ACCA. Sin embargo, los problemas alrededor nunca se fueron, cambiaron.

Para ejercer un mejor control de la concesión, ACCA creó la Estación Biológica Los Amigos. Lo que sería la base ideal para que lleguen investigadores y estudiantes de todo el mundo y tengan todas las comodidades y facilidades para hacer su trabajo. Tiene una capacidad para 60 visitantes, 250 metros cuadrados de laboratorios, 30 kilómetros de trochas, una biblioteca científica y tres torres de 60 metros de altura desde las que se puede apreciar la vida por encima de los árboles.

Los días en este bosque son de un aprendizaje constante. Tienes a la mano investigadores de monos, de flores, de agua, de suelos, que te explican de forma muy amable todos los trabajos que realizan en Los Amigos. Los tres principales hábitats terrestres en Madre de Dios son: el bosque de terraza, el bosque inundable y el aguajal. Y en Los Amigos se pueden conocer todos ellos. Además, su sistema de trochas te permite un acceso sencillo a parches de bambú, bosque de sucesión primaria, vegetación ribereña y áreas perturbadas por actividad minera. Pero no solo tienen trochas, sino también cochas, un pozo de aguas negras donde se dice vive una anaconda, dos ríos y diversas quebradas y áreas pantanosas.

Para llegar a Los Amigos hay que viajar por el río Madre de Dios, que corta un bosque amazónico, de esos tupidos y llenos de sonidos de insectos y animales. Sin embargo, en el camino ya se van visibilizando comunidades en las orillas y cuanto más te alejas de la ciudad, más dragas de mineros ilegales encuentras. Ante esta situación, ACCA se impone firme en su misión de conservar este bosque. Esta concesión, que forma parte del Corredor de Conservación Manu –Tambopata y el Corredor Vilcabamba– Amboró, es una isla perfecta para investigadores. Calculan que más de 350 han recorrido sus senderos. En todos estos años han realizado 283 publicaciones y 272 investigaciones. Se han identificado más de 4300 especies, entre monos, helechos, hongos, murciélagos, anfibios y peces. En 2015, se encontraron dos especies nuevas de moscas para la ciencia, Anastrepha cicra y Anastrepha acca. Además, reciben todos los años a estudiantes e investigadores de todas partes del mundo que llegan a este parque de diversiones para naturalistas. No te sorprenda verlos correr detrás de una manada de monos ardilla como niños detrás de una pelota.

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Antes de las 6 de la mañana, cuando la densa neblina recién empieza a levantarse en medio de los árboles y los monos siguen descansando, el ornitólogo estadounidense Sean Williams sale en busca de aves. Desde el 2012 viene todos los años a Los Amigos para internarse por cuatro meses cada vez, y los que lo conocen dicen que no existe otra persona que sepa más de las aves de este bosque que él. “Acá no hay nadie cazando y los bosques en su mayoría son primarios. Fui antes a varios lugares en Loreto y Madre de Dios, pero en todos lados hay mucha gente cazando”, dice Williams, que está investigando el comportamiento de dos aves: la Thamnomanes ardesiacus y la Myrmotherula longipennis. Dos especies que se siguen y ayudan mutuamente. “El primero emite una vocalización o sonido de alerta cuando hay peligro, cuando viene un ave rapaz o un halcón, que se los comen. Cuando los demás escuchan este sonido, toda la bandada mixta se esconde. Es increíble. También se juntan todos los días a las 6 de la mañana en un mismo lugar del bosque. Todos los días, todo el año, toda la vida. Y luego van a comer insectos. Siempre juntos. Esta relación es única porque no hay otra relación entre dos especies de aves y mamíferos que estén asociados por toda la vida”, nos cuenta en el laboratorio, Williams.

En el laboratorio de enfrente está el grupo de Field Project International, que llegó en el 2009 a Los Amigos para fundar Primates Perú y realizar una investigación de monos tamarinos (Saguinus). Cada año llegan con un grupo de jóvenes investigadores para quedarse entre tres y cuatro meses. “Estamos estudiando el comportamiento de los monos tamarindos en el bosque, cómo interactúan con las demás especies y entre ellos. Lo que estamos viendo en estas semanas, es desde cuán lejos pueden ver y oler su comida. Ponemos trampas con cáscaras de plátano para ver su capacidad y cómo se mueven en el bosque”, cuenta Effie Robakis, coordinadora del grupo de Field Project International, que se encontraba en Los Amigos. “Venimos acá porque este lugar además de ser mágico, tiene todas las comodidades. Electricidad, habitaciones, buena comida. Y los animales pasan al lado de nuestros cuartos”, sentencia con una sonrisa Robakis.

No solo se pueden ver aves y monos, sino también otras especies de animales que siguen sorprendiendo a la ciencia. “Cuando empecé a trabajar en Los Amigos, pensé que no iba a encontrar muchas especies como en el Manu o en el Alto Purús, en donde había trabajado. Pero me equivoqué. En el tercer día, escuchamos un armadillo gigante (Priodontes maximus) y un mes después capturamos un perro de orejas cortas (Atelocynus microtis). Ambas especies extremadamente raras para la ciencia y que nunca habían sido estudiadas al detalle. Con ellos hicimos un descubrimiento sorprendente: estos perros pasan la mitad de su tiempo dentro de las madrigueras de los armadillos gigantes y comparten ese espacio con otras 20 especies de mamíferos. Fue muy emocionante y hasta ahora sé que los siguen monitoreando. Inmediatamente me di cuenta que estaba en un lugar especial. En los más de 20 años trabajando en la Amazonía, no puedo pensar en otro lugar que no sea Los Amigos, en donde puedes encontrar gran diversidad de fauna muy cerca de la estación”, cuenta Renata Leite para Mongabay Latam, Investigadora del Centro para la Conservación Tropical de la Universidad de Duke, que trabajó por varios años en la concesión.

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Llegaron los mineros

Pero todo lo que brilla no es oro. Es bosque, es río, es agua, vida, y ese tipo de ideas se han propuesto para trabajar junto a las comunidades vecinas. Malvinas y Boca Amigos son dos asentamientos mineros que están cerca de la concesión y ACCA ha empezado a trabajar en la educación ambiental de los niños. “Tratamos de traer a los niños de las comunidades para que conozcan mejor su bosque y lo valoren. Muchos nunca habían visto un mono. Cuando les pedíamos que dibujaran un animal, hacían una jirafa o un elefante. Es nuestra responsabilidad buscar ese cambio en las siguientes generaciones. No viene siendo fácil, pero seguimos adelante”, dice Daniela Pogliani, Directora Ejecutiva de ACCA. “Creen que somos narcotraficantes, que nos queremos apoderar del bosque, que esto se lo queremos vender a los gringos. Tienen muchas versiones de nosotros que no tienen sustento. Piensan que les vamos a hacer daño. Nuestro objetivo es cambiar mentes, enseñar a la gente que se puede vivir en armonía”, dice Carlos Quispe, Coordinador de ciencia de la Estación Biológica Los Amigos.

La minería ilegal es la principal causa de deforestación en la Amazonía peruana y trae muchas complicaciones. “La explotación minera de oro aluvial ocasiona diversos problemas ambientales, entre ellos: alteración del paisaje, deforestación, degradación del suelo, colmatación de sedimentos en los cauces de ríos y lagunas, acumulación de fangos en el suelo, deterioro de la calidad del agua superficial (ríos y quebradas), desaparición de flora y fauna acuática, emisión de ruidos, y contaminación por hidrocarburos, contaminación por residuos sólidos. Asimismo, da lugar al crecimiento de centros poblados sin planificación y sin acceso a los servicios básicos para sus habitantes”, según se detalla en el Informe Minería aurífera en Madre de Dios y Contaminación con Mercurio, preparado por el Instituto de la Amazonía peruana (IIAP) y el Ministerio del Ambiente. Ante esos problemas, Carlos Quispe le da más valor a su trabajo: “La minería ilegal no solo es contaminación, tala y erosión de suelo, sino también caza, delincuencia, trata de personas y más cosas negativas. Lamentablemente la minería ilegal está trayendo mucha gente de mal vivir. Somos una barrera de protección frente a una actividad que tanto daño le hace a los bosques. Si nosotros no estuviéramos aquí, todo esto estaría destruido”. Las palabras de Quispe se hacen más duras cuando viajas por el río Madre de Dios y lo ves repleto de dragas, como no sucede en el río Los Amigos, donde las taricayas pueden seguir descansando en paz en las orillas.

Para los pobladores de Malvinas y Boca Amigos, asentamientos mineros que se encuentran a unos minutos de Los Amigos, es difícil entender las razones por las que un grupo de personas quiere cuidar un bosque sin sacarle provecho económico. Y lo mismo sucede en todas partes del Perú, donde la necesidad de alimentación y salud no están totalmente cubiertas. Es así que el trabajo de conservación de este tipo de organizaciones se hace más importante. Un trabajo, que como dice Pogliani, “se hace por amor y en busca de un futuro mejor para las siguientes generaciones”.

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*Este artículo fue publicado en Mongabay.