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Explora: Huayhuash, diario de un viaje a los Andes

Explora: Huayhuash, diario de un viaje a los Andes

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Por: Walter H. Wust / www.walterwust.com

La cordillera Huayhuash, ubicada al sur del departamento de Áncash, es considerada uno de los lugares más prístinos y hermosos del mundo. La razón principal radica quizá en su extrema inaccesibilidad: recorrerla implica caminar 180 km a alturas superiores a los 4,300 msnm. Sin embargo, el esfuerzo bien vale la pena.

Un burro entra por la puerta de nuestra habitación. Restrego mis ojos pensando que aún dormía, pero no. Manuel Huaranga, nuestro arriero, llegaba con sus animales para cargar el equipaje. Repuestos de aquel singular despertar nos preparamos a partir. Vinimos a caminar y eso era lo que nos esperaba… los próximos 12 días.

Dejamos el pueblo de Chiquián entre una turba de niños alegres. “Buen viaje”, nos dicen varias señoras camino del mercado. Desde allí y en adelante, sería muy poca la gente que encontraríamos en nuestro recorrido. Partíamos rumbo a una de las cordilleras menos conocidas e inaccesibles del país, pero también una de las más hermosas y espectaculares.

En cada paso entre las chacras de tarwi y oca, pensaba que por fin un viejo anhelo se hacía realidad. Hacía años que quería visitar este lugar, pero había sido difícil concertar el tiempo, los acompañantes y el apoyo de los arrieros y el guía. A lo lejos, las cumbres de los nevados anunciaban la majestuosidad del paisaje que nos acogería durante casi dos semanas. Por fin estábamos en camino.

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Un chorro helado me cae en la nariz y despierto de un salto. Llueve a cántaros y tengo una gotera justo encima. Son las cuatro y treinta de la mañana, busco a tientas mi linterna y todo lo que toco en la carpa está empapado. El frío es espantoso y el viento hace que el agua por arriba y por los costados de la carpa. Alex, mi asistente, duerme como un condenado y lo envidio.

Al rato la lluvia cesa, pero para dar paso a una granizada feroz. En cierta medida, el granizo es mejor a la lluvia ya que no moja como la primera. Salgo a gatas de la carpa y el viento helado me da una cachetada. El paisaje es impresionante. Anoche cayó una helada y todo está cubierto por una delgada capa de escarcha. Los burros, que permanecieron estoicos bajo el temporal, ramonean despreocupados –con las orejas aún cubiertas de hielo– entre los charcos de un bofedal.

Levantamos el campamento y partimos cuesta arriba hacia un abra. Quizás al otro lado el clima mejore, pensamos. Caminamos varias horas, pero el cielo permanecía cubierto. Una ligera llovizna se encargó de mantener nuestra ropa bien mojada durante todo el día, mientras algunas nubes oscuras empezaban a hacernos dudar sobre la sensatez de esta singular aventura.

La magia del amanecer

Cinco y quince de la mañana. En unos minutos la primera luz del amanecer iluminará las cumbres de los nevados. El frío es intenso pero el viento que azotó nuestra carpa gran parte de la noche ha cesado. Las estrellas todavía brillan con fuerza, anunciando un día despejado y con sol.

Me apresuro a sacar mi equipo fotográfico. Nos apostamos en una pequeña loma a escasos metros del campamento y esperamos. Los minutos se hacen eternos en espera del amanecer. El vapor de la respiración se escapa por entre el pasamontañas de Alex, que ha empezado a temblar y me mira como diciendo ‘¿qué diablos hacemos aquí?’ Trato de no preguntarme lo mismo, seguramente tiene razón, algo me dice que valdrá la pena.

Las nubes empiezan a teñirse de amarillo pálido. El cielo completo se enciende. El “show” está por comenzar. Los primeros haces de luces aparecen en el horizonte y, luego de rebanar el cielo helado, se estrellan sobre la nieve de los glaciares cercanos: el Rondoy, el Jirishanca, el Yerupajá. Es el preciso instante en que los ponchos nevados de las montañas se visten de anaranjado, de rojo, de dorado. Es como si, a escondidas y por unos segundos, la nieve dejara de lado la personalidad seria y solemne que casi exigen la austeridad y crudeza de estas alturas, para experimentar la alegría y calidez de los colores de las flores, de los pájaros. Es, sin duda, un momento mágico en las serranías. Un momento que pasa desapercibido a la mayoría de los mortales, pero que jamás olvidan quienes tiene la suerte de observarlo.

Al cabo de unos minutos la magia se desvanece. El contraste entre las nubes color salmón y el cielo casi negro da paso a la uniformidad del celeste. La nieve recupera su blanco inmaculado y las planicies de ichu adquieren su característica coloración amarillenta. Una suave brisa helada empieza a soplar y nos recuerda que estamos a casi cinco mil metros de altura, y que todavía faltan un par de horas para que el sol asome por entre las montañas y nos caliente con sus rayos. La fogata humea y Manuel, nuestro arriero, hace señas para servirnos un té hirviendo. Guardamos el equipo a toda prisa y volvemos al campamento donde aún nuestros compañeros de viaje duermen.

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Algunos datos:

La cordillera Huayhuash se ubica al sur de la cordillera Blanca, en el vértice que forman Áncash, Lima y Huánuco. Tiene una longitud de 70 km y una altura promedio de 4,500 msnm. Casi desconocida por los peruanos, con excepción de algunos aficionados a las caminatas o la fotografía, el circuito que recorre esta cordillera es considerada por los expertos como una de las cinco mejores rutas de trekking del mundo. Huayhuash ofrece naturaleza en su estado más prístino, paisajes que quitan el aliento y pueblos que llevan siglos conservando sus tradiciones

¿Cómo puedo llegar?

El acceso a Huayhuash es sencillo, pero requiere de un gran esfuerzo físico. El punto de partida es el pintoresco poblado de Chiquián, “Espejito del cielo”, como lo conocen cariñosamente sus pobladores, ubicado a 3,200 msnm en el extremo sur de la cordillera Blanca. Se accede a él tomando un camino afirmado que parte de la laguna de Conococha, en la ruta a Huaraz. Desde Chiquián debe caminarse o buscar el apoyo de animales de carga. Los circuitos que recorren la cordillera varían, tomando entre 4 y 12 días.

¿Cómo es el clima?

Templado y seco. Con días cálidos y noches muy frías. Cuenta con una temporada lluviosa, por lo general entre diciembre y marzo. La estación ‘de secas’, entre mayo y octubre, es la ideal para recorrerla.

Algunas recomendaciones para ti:

Lleva siempre bolsas para los desperdicios… y retórnelas a un lugar adecuado. Huayhuash es un paraíso natural y es nuestra responsabilidad que siga siéndolo.

Conoce más sobre esta ruta aquí.

Notas relacionadas:

– Conoce las comunidades que protegen la cordillera Huayhuah: Pacllón, HuayllapaJirishancaLlamac

– Explora: Las islas de Paracas