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Marañón Waterkeeper: Bruno Monteferri en defensa del Marañón

En esta crónica, la periodista estadounidense Lisa W. Foderaro hace un retrato de Bruno Monteferri y la defensa del río Marañón. Este texto apareció originalmente en inglés bajo el título “The Bountiful or the Dammed” en la Revista Waterkeeper, junto a las historias de otros 9 defensores del agua que son parte de organizaciones socias de Waterkeeper Alliance.

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Foto: Ben Webb

Por: Lisa W. Foderaro*
Traducción: Pamela Loli y Carolina Butrich

En una balsa flotante sobre el llamado ‘Gran Cañón de la Amazonía’, quienes visitan por primera vez el río Marañón, en Perú, tienden a quedarse en silencio. Las bromas habituales sobre los épicos rápidos y la destreza de remar se desvanecen en medio del asombroso paisaje: escarpadas montañas que se elevan a miles de metros desde ambas márgenes del río, austeras plantas que se aferran a rocosos bordes, chotacabras que vuelan erráticas sobre el agua color café con leche.

El Marañón es la principal fuente en volumen del legendario río Amazonas. Fluye más casi 1800 kilómetros, en un amplio arco al norte de Lima que comienza en el lado este de los Andes. Sigue su curso a través del bosque seco tropical —salpicado con cactus y árboles de acacia— y, a través de la selva tropical, donde confluye con el río Ucayali para formar, finalmente, el río Amazonas.

Sin embargo, el Marañón aún es tan remoto y está opacado por su poderoso primo, que pocos en Perú —y mucho menos en el exterior— lo conocen.

“La gente sabe sobre el Amazonas, pero no muchos conocen sobre el Marañon”, dice Bruno Monteferri, miembro de Marañón Waterkeeper, durante un recorrido en rafting sobre aguas bravas. “Eso es lo que tiene que cambiar, especialmente por las amenazas que tiene el río”.

Un estudio publicado en mayo del 2019, en la revista científica Nature, señaló que cerca de dos tercios de los ríos más largos del planeta no fluyen libres. Eso es, mayormente, el resultado de represas y reservorios. De los ríos grandes y sin obstáculos restantes, aquellos de más de 1000 kilómetros, al menos la mitad están en América del Sur. Pero, solo en la cuenca amazónica existen, hasta hoy, más de 500 planes para hacer represas, afirman los autores del estudio. Aunque las represas hidroeléctricas pueden ser renovables, aún no son “verdes”. Entre otras cosas, los ríos que fluyen libres proveen una fuente de alimento esencial para cientos de millones de personas y nutren la biodiversidad.

El abogado ambiental Bruno Monteferri está luchando contra 20 propuestas de represas en el Marañón que, según declaraciones de algunos funcionarios del gobierno peruano, son importantes para el futuro energético del país. Sin embargo, si fueran construídas, desplazarían a decenas pueblos nativos, sumergerían tierras forestadas e impedirían el flujo del sedimiento que nutre los ecosistemas en toda la cuenca de la Amazonía.

Si bien muchos de los proyectos de represas hidroeléctricas existen —en gran medida— en teoría o como puntos dibujados en un mapa, hay algunos que están mucho más avanzados en la planificación. En particular, dos ubicados en medio del cañón del río que se ha convertido recientemente en atracción de ecoturistas que pasan, desde unos días a semanas, explorando el Marañón en balsa.

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Foto: Francisco Campos-Lopez

Para Bruno, amante de la naturaleza y de los deportes al aire libre, y sus colegas de Marañón Waterkeeper, detener esas dos represas: Veracruz y Chadín II, es crucial. Chadín II, por ejemplo, fue propuesta por una subsidiaria de Odebrecht, la gigante constructora brasileña involucrada en los más recientes escándalos de corrupción en Latinoamérica. A la fecha, la investigación ha atrapado a varios expresidentes del Perú y una docena de funcionarios de la corporación, de los cuales algunos ya están en prisión. O peor: el expresidente Alan García, quien respaldó los planes para construir 20 represas, se dio un disparo en abril del 2019, cuando la policía llegaba a su casa en Lima para arrestarlo.

El esquema de la corrupción, con cientos de millones de dólares a funcionarios públicos en esta región, parece haber postergado el avance de ambas represas. Ademas, la visita al Perú en el 2016 de Robert F. Kennedy Jr., presidente de Waterkeeper Alliance, trajo buenas noticias. Kennedy, quien pasó cuatro meses en su juventud en este país, llegó a reunirse con los entonces ministros del Ambiente y de Energía y Minas, e hizo hincapié en la reconsideración de las represas. Un par de días después, el gobierno anunció que las grandes represas en el bosque “no estaban en agenda”.

A pesar de todo, Bruno no quiere confiarse. Sabe que los proyectos de las represas pueden avanzar en cualquier momento y, además, dice que las garantías del gobierno se dieron en una declaración a los medios de comunicación, sin ninguna comunicación oficial de moratoria. Por eso, una de las estrategias legales es demostrar que los permisos ambientales para las represas de Veracruz y Chadín II ya vencieron.

En el caso de Veracruz que, en proyecto, incluye una pared de más de 160 metros de ancho a través del prístino cañón, la constructora afirma que la obra está completa en un 0.2% (los permisos ambientales no pueden suspenderse una vez que los proyectos están en marcha). Sin embargo, Monteferri no ha encontrado alguna evidencia de construcción y ha solicitado más detalles al Ministerio de Energía y Minas.

Al obligar a las empresas a tomar un nuevo estudio ambiental, se podría dar mayores luces sobre las amenazas al corredor del río y al paisaje que lo rodea, así como las necesidades energéticas reales del Perú. Bruno junto al grupo de defensores del río Marañon tienen una posición escéptica sobre la necesidad de las represas para el futuro del país. En efecto, algunos reportes sugieren que la nueva energía generada se vendería a Brasil o que alentaría a que más minas de oro y de cobre sigan causando mayores estragos en el entorno ambiental del río Marañón, además de otras zonas.

“Si tienes cinco o seis represas —o 20— no se puede considerar el impacto ambiental de forma aislada. Estamos pidiendo al gobierno que caduque los contratos de concesión. Es necesario que el futuro del Marañón sea llevado al nivel de un diálogo nacional”.

De cierta forma, pareciera que toda la vida profesional de Bruno lo ha llevado a la batalla por el río Marañón. En los últimos 15 años ha trabajado en la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, una de las organizaciones civiles más influyentes en el tema ambiental en el país, ganadora del premio de la Fundación MacArthur 2006 a las instituciones creativas y efectivas. Además de su carrera de abogado, Bruno tiene una maestría en Liderazgo para la conservación de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, donde conoció a su esposa Christel Scheske, quien estudiaba la maestría en Ciencias de la conservación.

En su adolescencia, Bruno dudó sobre su futuro. A los 16 años era uno de los tenistas mejores rankeados del Perú en su categoría y uno de los 10 primeros de América del Sur. Imaginaba una vida jugando tennis en canchas internacionales.

“Pero, empecé a viajar con mis amigos a las montañas y comencé a apreciar lo que Lima y las afueras de Lima tenían por ofrecer”, dice Monteferri, quien ahora tiene 37 años. “En dos horas puedes estar en las montañas y, en cuatro, puedes llegar a la parte alta de la Amazonía. Me di cuenta de que aún no quería irme del Perú”.

Esos viajes no eran cotidianos por esos días. En sus memorias de niño, Bruno recuerda haber escuchado explosiones a lo lejos, cuando Lima estaba aterrorizada por Sendero Luminoso, en sus incursiones en la ciudad. Como consecuencia de la violencia, viajar era imposible.

“No tenías opción para explorar el país porque podías encontrarte con una emboscada y ser secuestrado”, dice. Cuando llegó a la adolescencia, el gobierno había logrado sofocar al grupo terrorista y, entonces, viajar se volvió mucho más seguro.

Al mismo tiempo que Bruno comenzaba a estudiar en una universidad en Lima, se convertía en un apasionado del surf, una actividad que ha profundizado su amor por el mar. Algunas de las mejores olas del hemisferio oeste se encuentran a lo largo de la costa peruana. De muchacho solía practicar bodyboard en las playas del Pacífico junto a su familia y, a los 17, comenzó a surfear en tabla corta. Unos años después, corría sobre olas de más de 5 metros de alto, una experiencia que inspiró, más tarde, una campaña de protección legal de rompientes.

Mientras Bruno estudiaba en la facultad de Derecho, se decidió a proteger los paisajes naturales. Así comenzó a trabajar en la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), donde, después de graduarse, consiguió una posición a tiempo completo.

Hoy es director de Conservamos por Naturaleza y de la iniciativa Gobernanza Marina, dos programas de la SPDA. Con el paso del tiempo, ha trabajado en diversos proyectos, desde campañas de limpieza de playas y de reforestación hasta la reciente promulgación de la Ley de Plásticos de un solo uso. Además, ha acompañado a comunidades nativas a proteger sus territorios, ha colaborado con el desarrollo de videojuegos para introducir temas de conservación y ha trabajado con empresas como Patagonia para campañas ambientales.

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La Herradura: gracias a su conexión con el mar se involucró en la protección de rompientes. Foto: Tui Anandi

Pedro Solano, director ejecutivo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental hasta el 2019, atribuye la efectividad de Bruno, en parte, a su habilidad de conectar con otras personas. “Es empático”, dice Solano, quien ha viajado por el país con Bruno. “Él escucha a la gente y trata de entender su punto de vista. Cuando visita un lugar remoto y habla con un joven o un anciano, la próxima vez que se ven se dan un gran abrazo”.

Y sí, Monteferri también ha ayudado a salvar las olas o “rompientes”, cuyas formas y tamaños pueden ser alteradas por infraestructuras como muelles y plataformas petroleras. En el 2000, el Perú se convirtió en el primer país en el mundo en tener una ley que preserve las olas, tan amadas por los tablistas, después de que una construcción mal planificada alterara el oleaje de una de ellas. Incluso, ha trabajado con el gobierno para elaborar reglamentos que sustenten más leyes. En el 2018, Bruno, quien se había convertido recientemente en padre, de alguna manera encontró tiempo para dirigir la película “A la Mar”, sobre la iniciativa de protección de olas.

Pero, puede que su mayor reto sea que el río Marañón continúe corriendo libre. Aunque ya estaba familiarizado con la parte del río en el bosque, cerca de donde se alimenta el río Amazonas, no había visto los vastos tramos que serpentean a través del bosque seco montañoso. Entonces conoció a Ben Webb, un guía australiano quien había caído bajo el hechizo del Marañón en un recorrido de kayak, que fue determinante para que decida a unirse en la lucha contra las represas. Ben está a cargo de Marañón Experience, una empresa de rafting que formó junto a Luigi Marmanillo. Los viajes comienzan en mayo, al finalizar la temporada de lluvias, y llevan a turistas peruanos y extranjeros.

“Ben era una especie de hippie, con su mochila y cabello largo, y entró a nuestra oficina y dijo: ‘Así que tenemos que salvar el río Marañón’”, dice Bruno y recuerda que la reunión fue mucho antes del escándalo de corrupción que debilitó a Odebrecht.“Le dije,‘Ben, esta es una de las compañías más poderosas de América Latina. No es probable que ganemos esta batalla”.

Eso fue en el 2014. Dos años más tarde, nació Marañón Waterkeeper, bajo la supervisión de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, con Bruno al timón y Ben como coordinador internacional. Luigi Marmanillo se convirtió en coordinador nacional.

En julio del año pasado, uno de los viajes de rafting guiados por Ben y Luigi incluyó a un activista alemán que está trabajando para detener la construcción de nuevas represas en todo el mundo, y un cineasta estadounidense que estaba preparando un documental sobre Marañón Waterkeeper para la televisión pública de su país. Después de varias horas de rafting, el grupo armó las carpas en una playa de arena, mientras que Ben y Luigi preparaban camarones y servían chilcanos, cócteles de pisco, ginger ale y limón. Se recogió leña para una gran fogata, y una luna brillante iluminaba el río.“Vienes al Marañón y tu perspectiva cambia”, dice Bruno, mientras su desaliñada barba se alumbraba con el fuego.

Bruno y Ben apoyaron la producción de un documental sobre el rol del río Marañón en la Amazonía y las represas que podrían socavarlo. La película llamada “Confluir”, estrenada a inicios del 2018, muestra a un grupo de aventureros estadounidenses que corrieron algunos de los rápidos más grandes del río en kayak y canoa, en la década de 1970. Además, alterna las imágenes borrosas de esa expedición y los videos recientes de un viaje de rafting realizado en durante un mes en el Marañón con un grupo internacional de investigadores científicos y entusiastas del río.

Marañón Waterkeeper ha proyectado “Confluir” en varios festivales de cine y lo ha mostrado a una docena de comunidades a lo largo del río. Una de estas es Lonya Grande, un pueblo con calles llenas de baches y gallos errantes, donde gran parte de los vecinos trabajan cultivando café. Y donde, solo unos años antes, los encargados de la represa de Veracruz habían hecho una presentación minimizando las consecuencias ambientales e impresionando a la comunidad con la promesa de mejores puestos de trabajo.

En julio del 2019, Ben llevó a la gente del pueblo a hacer rafting en el río de forma gratuita. Para algunos, era la primera vez que conocían el Marañón. Entonces, después de la proyección de “Confluir” y los conmovedores comentarios de Bruno, los miembros de la audiencia estallaron en aplausos y prometieron protegerlo. “Lonya Grande era un pueblo que estaba a favor de las represas”, dice Bruno, “pero ahora no hay forma que digan que sí a las represas nuevamente”.

Mientras tanto, Bruno continúa explorando mecanismos legales de protección. Un proyecto de la Fundación Gordon y Betty Moore ha permitido a Marañón Waterkeeper contratar a un abogado a tiempo completo desde agosto del año pasado. También, el grupo está comprando tierras para crear áreas de conservación privadas y estableciendo acuerdos de conservación, además de llamar la atención sobre la importancia de los petroglifos y las pinturas rupestres que se inundarían y que, insiste Bruno, deberían estar protegidas por ley. Monteferri también está argumentando que el gobierno peruano debe considerar el impacto colectivo de todas las propuestas de represas en lugar de evaluarlas individualmente.

“Si tienes cinco o seis represas —o 20— el impacto ambiental no puede considerarse de forma aislada. Estamos pidiendo al gobierno que caduque los contratos de concesión. Es necesario que el futuro del Marañón sea llevado al nivel de un diálogo nacional”. “Pero,” agrega, “incluso si la decisión del gobierno es sacrificar este río para tener energía, nosotros continuaremos luchando por el Marañón”.

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Impresionante vista del río Marañón. Foto: Walter H. Wust

 

* Lisa W. Foderaro es reportera y trabajó por más de 30 años para The New York Times, además ha escrito para National Geographic, Audubon Magazine y Adirondack Life.

 

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