“¿Para qué conservamos el medio ambiente? ¿Quién va a respirar el oxígeno? ¿Tú? ¿Yo? La humanidad”, se pregunta y se responde de inmediato el profesor Herbert Lobón, un ex catedrático que aprovecha la conservación para seguir cerca a los jóvenes y compartir conocimiento con ellos.

La Habana Rural Inn es uno de los cuatro primeros ACP de Madre de Dios. Es de propiedad del profesor Hector Lobón, quien ha hecho del fundo uno de los principales atractivos en el Corredor Turístico Tambopata.

En el ACP La Habana no hay perros que lo reciban en la entrada. Pero sí un trompetero. Una pequeña ave negra como un pavo con el pico amarillo fosforescente. Este tiene toda la actitud de mascota casera y busca jugar contigo. No lame, pero picotea. Una bienvenida a este lugar en donde el silencio se esconde entre los árboles y no tiene quién lo moleste.

En el año 2000, el profesor Herbert Lobón decidió ser coherente con su vida de maestro de ciencias naturales y empezar a conservar el planeta. Toda su vida la pasó educando en este lugar de Madre de Dios. La naturaleza se va deteriorando y debe de haber gente que luche contra eso. Él se considera uno de ellos. A diez kilómetros de Puerto Maldonado, en lo que hoy llaman Corredor Turístico Tambopata, encontró un terreno. Se enamoró de él y comenzó su gran plan. Sembró árboles que hoy tiene que mirarlos hacia arriba. Se preocupó por el bosque y cada una de sus especies. El anterior dueño había tumbado cinco hectáreas del predio para cultivar plátano y yuca. El ‘profe’, como le dicen todos en Puerto Maldonado, es una de las primeras personas que se dedicó a la conservación en Madre de Dios. Una de las labores más nobles y desprendidas que puede realizar el ser humano. “Hay que motivar a los demás. No solo hablando, sino haciendo”, comentó Lobón.

Herbert Lobón fue buscando la forma de hacer rentable este estilo de vida. Sus hijos le recomendaron fijarse en el turismo. A través de esto, podría obtener más recursos para seguir conservando estas tierras ubicadas en la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata. Acondicionó un espacio para campamentos, ha construido una cabaña comedor y eco amigables servicios higiénicos. En la parte alta levantó un mirador de diez metros de alto que tiene una privilegiada visión de toda la selva que rodea el río Tambopata. Tiene ideado hacer canopys que conecten las partes altas de los árboles para que científicos e investigadores puedan recorrerlos y realizar distintos tipos de análisis sin problemas. El profesor quiere hacer cada vez más atractivo su predio para toda clase de visitante. Sin embargo, el dinero siempre es el principal impedimento. “Quiero hacer muchas cosas, tantas que creo que mis sueños seguirán con mis hijos”, dijo Lobón, quien, a sus sesenta y ocho años, espera con ansias y esperanza el futuro.

Con mucha pasión ha convertido sus treinta y tres hectáreas en un lugar de descanso profundo. En los últimos diez años ha plantado un promedio de un árbol por día. Más de tres mil quinientos. A su vez ha diseñado un jardín botánico que es uno de los atractivos de La Habana. Tiene desde mangos y carambolas, hasta plantas medicinales como la copaiba o el para-para, un famoso viagra natural de la selva. “Hay que sembrar para que otros lo aprovechen”, dice este señor de cejas pobladas y caminar activo. “El soñar no es solo de locos”, comenta el ‘profe’ antes de meterse en el pequeño bosque que ha conservado. Él se considera un loco bueno. Distintos animales bajan a su predio. Se ve con regularidad al mono nocturno, al pájaro reloj, paucares e inclusive, hace unos años, un jaguar se comió a dos ovejas que Lobón tenía como mascotas. Cuando el bosque está bien cuidado, los animales se alegran y agarran confianza.

Caminar por todo el ACP La Habana Rural Inn es como hacerlo en un salón de clases interactivo. Donde puedes cuidar las plantas y aprender todos sus beneficios, escuchar en vivo a los animales y respirar aire, una de las cosas simples de la vida pero cada vez se hace más difícil.

Fotos: Walter Wurst